4 de julio de 2013

4 DE JULIO: NADA QUE CELEBRAR



Por Matías Bosch
matias.bosch@gmail.com
Hoy es 4 de julio de 2013. En 1776, hace 237 años, las Trece Colonias reunidas en Congreso se declaraban “Estados libres e independientes” del Estado de Gran Bretaña.

En República Dominicana será celebrado de una manera extravagante. La Embajada estadounidense hará su tradicional fiesta, incluyendo estruendosos fuegos artificiales. Pero además, esta semana y hoy en particular, amanecimos con la prensa forrada de supermercados, tiendas de vehículos y demás, ofreciendo la “Semana Estadounidense” y hasta poder vivir “Mi propio sueño americano”.  En esto se ha involucrado de lleno la “colaboración” de la “Embajada”.

Todo esto ha causado en varios ciudadanos un enorme sobresalto, digo mejor: indignación. ¿Por qué la fiesta? ¿Qué hay que celebrar con fuegos, compras y automóviles? ¿Estados Unidos acaso ha convertido su identidad, su proyecto en “una cosa”? ¿Qué hay de las luchas y sueños de sus próceres, y de su pueblo? ¿Qué hay de nuestros países, devenidos en supermercados y ferias?

Hay que recordar. Después de aquel 4 de Julio de 1776, vendría la guerra de Independencia, hecha no para subyugar a nadie, sino para conseguir “en nombre y con el poder del buen pueblo” de las colonias, la libertad que Gran Bretaña no quería concederles. Esa guerra fue exitosa bajo el mando del extraordinario líder político y militar George Washington, quien luego sería Presidente de los Estados Unidos de América. La guerra conducida por Washington mereció el concurso del prócer venezolano Francisco de Miranda, maravillado con la gesta del primer pueblo libre en América.

Mucho antes que la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano; de la Declaración Universal de los Derechos Humanos consagrada por la ONU; y por supuesto que la Corte Interamericana, la Declaración de Derechos de Virginia y aquella Declaración de Independencia abrían una nueva concepción política en el mundo, arraigada en el republicanismo, la igualdad y la libre determinación.
La Constitución de 1787, bajo la cual gobernaría Washington, definió el sello del orden político y social que se perseguía en un preámbulo hermoso: “Nosotros, el Pueblo, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer Justicia, afirmar la tranquilidad interior, proveer la Defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, establecemos esta Constitución”.
Más adelante, le tocaría a Abraham Lincoln liderar a los republicanos en la Guerra Civil, y lograr la abolición de la esclavitud que aún se ejercía en el Sur contra millones de negros oprimidos. Los habitantes de esa tierra que corría tras la libertad, la justicia y el bienestar no los gozaban por igual. Como muchos recordarán, Lincoln moriría asesinado en un atentado.
Ya en el siglo XX será precisamente un negro, el ministro religioso Martin Luther King, el abanderado de defender los derechos civiles de todos los estadounidenses. Siglos después de la Independencia y la Guerra de Sececión, día Luther King que los principios consagrados por los próceres seguían siendo impracticables en una sociedad atravesada no sólo por la discriminación racial, sino por muchos mecanismos de segregación que negaban la igualdad de todos y todas los ciudadanos. Luther King, como Lincoln, también moriría asesinado.
¿Qué quería Washington? Cinco cosas expresa en su Discurso de Despedida, de 1796: Subordinación de los gobernantes a la Constitución, Unidad y Justicia entre todos los estados, Absoluta austeridad y justeza en los impuestos y el gasto público, Que no fuera la política de los partidos la que dominara a la nación, y Paz y armonía con todas las naciones del mundo.
¿Qué quería Lincoln? Su más memorable pieza, el Discurso de Gettysburg, en 1863 (cuando en República Dominicana estallaba la revolución restauradora), lo expresa claramente: “Una nueva nación, concebida en la libertad y consagrada al principio de que todos los hombres son creados iguales” y “que tenga una nueva aurora de libertad, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la Tierra”.
¿Es ese el Estados Unidos que disfrutan TODOS Y TODAS las estadounidenses hoy, y con el cual se vinculan en confianza y reciprocidad todas las naciones soberanas del mundo? ¿Son las ideas de la Independencia, la Constitución, Washington, Lincoln y Luther King las que definen la esencia de la democracia, las instituciones y la política exterior de esa potencia mundial?
Algo pasó entre medio. La Doctrina Monroe de 1823 encarnó un afán expansionista e imperialista que luego de Lincoln y más específicamente a partir de 1898 se entronizó en la política exterior, pasando luego a ser controlada por las multinacionales y el complejo militar industrial. Una oligarquía financiera se apropió de su economía, atentando contra el trabajo decente y instalando la especulación y la deuda como motores del crecimiento: más de 1.5 millón de millones fueron usados por el Gobierno de Obama para salvar la banca y NADA para salvar a los trabajadores y las viviendas de las familias. 50 millones de estadounidenses no tienen acceso al seguro de salud, y 1 de cada 6 pasa hambre.
Los Rosenberg asesinados por acusarlos de “espías comunistas” y todo el infierno del McCarthismo. Los 800 mil millones de dólares al año botados en la industria militar, que ha producido entre otras cosas suficiente poder nuclear para destruir la Tierra 3500 veces. Miles de jóvenes mutilados y convertidos en sicóticos en guerras de rapiña en las que se gastan los impuestos de los ciudadanos. Haberle mentido al mundo tan descaradamente para invadir Irak. El 1% que concentra más riqueza que el 99%. Los Wikileaks que demostraron una red mafiosa de espionaje y subordinación de Estados soberanos a los intereses de una élite. La democracia convertida en un mercado electoral que se financió en la última campaña presidencial con 2700 millones de dólares; el poder del pueblo devenido en un duopolio de dos partidos, las agencias de marketing y la prensa. El escándalo del sistema de espionaje PRISMA por el cual persiguen a Snowden: tan sólo en Alemania, se sabe, se espiaron 500 millones de comunicaciones.

Desde 1898 a 2013 he podido contabilizar 77 acciones de agresión de los poderes fácticos que dominan a la patria de Washington y Lincoln, contra un sin número de países latinoamericanos, africanos y asiáticos. Incluyen los recientes golpes de Estado en América Latina, la guerra del Plan Colombia y la última de ellas, haber obligado al presidente de Bolivia, Evo Morales, a hacer un aterrizaje de emergencia como amedrentamiento a su conducta digna y soberana. El Gobierno estadounidense usó para ello su poder sobre cuatro Estados miembros de ese esperpento que se llama OTAN.

En realidad, hay una agresión más, de carácter permanente: los tratados supuestamente de “libre comercio” como el DR-CAFTA, gracias al cual entran todos los productos liberados de impuestos que nos ofrecen para celebrar el 4 de Julio y que en realidad ayudan a concentrar aún más el comercio y la riqueza en una potencia hegemónica, aplicando subsidios, mientras desbaratan los sistemas productivos nacionales, y con ello el trabajo y la soberanía alimentaria y económica, incluyendo los estadounidenses. ¿Hay motivo de fiesta?

Claro que valdría la pena celebrar el 4 de JULIO, si los ideales por los que lucharon los Independentistas, Constituyentes, Washington, Lincoln y Luther King. Sería un triunfo del pueblo de Estados Unidos y la Humanidad.

Pero no: todos esos próceres han sido traicionados para imponer un Estado al servicio de los intereses de una élite financiera, militar y partidista. Y duele mucho que se manipule al pueblo dominicano, al pueblo de Gregorio Urbano Gilbert, Caamaño, Fernández Domínguez y Juan Bosch, que ha sido y sigue siendo sino una víctima vejada por esos aparatos de la traición a la Historia estadounidense.

Por último, hay algo terrible, trágico: NADIE ha hablado en República Dominicana del 4 de Julio propio, aquel de 1861 en que por orden del tirano y traidor Pedro Santana fue fusilado, en San Juan de la Maguana, Francisco del Rosario Sánchez, padre de la Patria que había venido a resistir a la anexión a España que el santanismo impuso. Hoy Santana –referente de Balaguer- sigue siendo tratado como pro-hombre y el modelo oligárquico forjado por su bando prevalece.

No, señores de la “Embajada”, las tiendas, los supermercados y la prensa de la oligarquía: En 2013, en América Latina, República Dominicana y en Estados Unidos, este 4 de Julio NO HAY NADA QUE CELEBRAR.

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