19 de julio de 2013

El 18 de Julio : España, Mandela y los modelos
Matías Bosch
A nadie se le dice, con nadie se discute. Las editoriales de prensa hablan en esta semana del «hiper presidencialismo latinoamericano» y de los peligros de una democracia en la que el voto mayoritario define todo (mientras uno se queda pensando si eso no es lo que tanto querían).  Ninguno de los voceros del «modelo » se hará cargo de explicar qué encarna un 18 de Julio.
En 1936, un día como hoy, Francisco Franco dirigió el golpe de Estado contra la República Española. Sí, porque aunque la revista HOLA y COSAS nos pinten las ceremonias reales de Madrid como un cuento de hadas que tenemos que admirar, no siempre en España hubo rey ni los españoles quisieron tenerlo. En España hubo república, una república con afanes democráticos y populares.
Con el golpe dirigido por el franquismo vino la Guerra Civil que, por supuesto, no es tal cosa. Ellos (los que ganan) le ponen nombre a los hechos  y nosotros, inocentemente, lo repetimos. Fue la andanada de toda la fuerza fascista de las armas y el dinero, junto a la propaganda, apoyados por la oligarquía antidemocrática española. En defensa de la República actuaron desde trabajadores y militantes de izquierda, hasta una infinidad de amigos del mundo, como Pablo Neruda y Ernest Hemingway, por solo mencionar dos de los más connotados.
La Guerra Civil la ganó el franquismo. Desde entonces, España fue cruzada por el genocidio. Murió el poeta Miguel Hernández en una cárcel. Federico García Lorca fue fusilado con el argumento de ser «maricón ». Miles y miles de desaparecidos, ejecutados políticos, desterrados, exiliados, saturan las cuentas de un régimen que duró hasta 1978, incluso con Franco muerto, asomando su cadáver por una ventana, todo en virtud de mantenerlo más preciado de ese calvario, lo que lo justificaba todo : proteger el orden, la unidad y la grandeza de España.
Del franquismo quedaron, en todo caso, como legado más preciado, adivinen : el Rey, el Juan Carlos que ya pasaba vacaciones con el tirano vivo ; un pacto de impunidad total ; y el « modelo modernizador » impulsado por Franco. A partir de la elección de Felipe González y el PSOE (el partido de los obreros !!) para dirigir el gobierno, España se consolidó como el « modelo de transición a la democracia ». Tomar «lo bueno » y hacer las reformas para que « todos recibamos los beneficios ».
Lo que se ha callado hoy no es la efeméride. Es la continuidad del genocidio. El modelo de « desarrollo » y « democracia » español mantendrá sus virtudes públicas, salvo para exterminar a la ETA con todo medio ; mantener la corrupción pública y privada ; apoyar guerras e invasiones ; y garantizarle al centro del capitalismo ser territorio para su expansión. Si por algún motivo el modelo llegara a fallar, lo primero que se pondría en suspenso es el « desarrollo » y la « democracia ».
6 millones de parados. Bancos rescatados con dinero fiscal y familias pasando hambre. 35% de suicidios explicados por las deudas y los desalojos (un señor se acaba de cortar las venas porque la cuenta de la luz es más alta que su pensión mensual), aumento de los impuestos a las mayorías, seres humanos sin casa y bancos con casas ; hasta el presidente del Tribunal Constitucional pagando cotizaciones al partido gobernante.
Y no que son Honduras, Venezuela, Bolivia y Ecuador los ejemplos de Estados « bananeros »?
Qué está en el fondo de la continuidad del genocidio ? Qué nos sorprende de esta España ? Eso es precisamente lo que buscan negar, al menos ocultar.
El discurso de los ganadores en España es exactamente el mismo de los ganadores en el Chile post-Pinochet y en la República Dominicana post Balaguer. Todos los administradores se disputan cuál fue el primero en ser « modelo » de « transición », sin discutir nunca de qué se ha tratado la « transición ».
Hoy podemos ver claramente que esa « transición » debe ser llamada « democracia de pactos » o « democracia negociada ». Que lo que llaman consensos en realidad fueron acuerdos espurios tomados entre los administradores de la versión vieja y de la versión nueva de espaldas a los ciudadanos y en las sombras, acuerdos que dejaron fijado que todo se podía tocar menos lo esencial, lo fundamental que había sido puesto en tela de juicio con la República Española, con la Unidad Popular en Chile y entre 1963 y 1965 en RD. Que la modernización es un eufemismo para ocultar un reordenamiento del modelo económico y social que puso en el centro el capital, especialmente el oligárquico y el transnacional, a los cuales está subordinado el trabajo y por tanto el ser humano ; que la función de nuestros países es asegurar bajos impuestos y bajos salarios para la ganancia de ese capital. Y la « gobernabilidad » ha sido el nombre de que la hegemonía política de esos ganadores nunca va a ser tocada : sus ideas, sus valores, su prensa, sus medios, su discurso, sus marcos no se tratará de que sean subvertidos.
Cuando el modelo falle y se resquebraje, o cuando la « modernización » pierda competitividad, ya veremos qué toca hacer : bajar los salarios o aumentar los simbólicamente (como en RD), incluso despedir millones de trabajadores. Si la hegemonía y por tanto la gobernabilidad se ven amenazadas, el dinero a la prensa, a las instituciones supuestamente independientes de la « democracia », el clientelismo y la mafia harán su trabajo. Los « parlamentos » mostrarán su verdadero papel : bajo las cuotas que el sistema electoral permite (dominado por el dinero y el marketing), las decisiones siempre se tomarán en una mayoría que defiende la « estabilidad » por sobre todas las cosas.
Algo no se nos puede escapar : la gracia, el kit de la cuestión es que esto se  asimilable, digerible, aceptable. No hay escenario mejor que ver a los asesinados, reprimidos y castigados, los « revolucionarios » siendo los administradores perfectos. Por eso es que el « consenso » elige siempre sus interlocutores perfectos para ser los gerentes « en bien del país » : Ricardo Lagos en Chile ; el justicialista Carlos Menem en Argentina ; Felipe González y el PSOE en España ; y en RD… el PRD de 1978 y el PLD entre 1990 y 1996.
Y Mandela?
Este 18 de Julio ha sido también el cumpleaños de Nelson Mandela, el gigante sudafricano.
Es repulsivo ver notables figuras del establishment de nuestros países sacando del internet, todo el día, frases de Mandela, sacadas de contexto, cual lemas de libros de auto ayuda, para colocarlas en « twitter » como consignas de « buena onda » y « ciudadanos decentes ». Hay una, por ejemplo, según la cual Mandela enseña… a hacer amigos.
Decimos que es repulsivo porque son los mismos y las mismas que se niegan a enfrentar el espantoso apartheid que atraviesa nuestros países saqueados y humillados en favor de las oligarquías, la banca y el capital transnacional. No enfrentan el apartheid económico, social, cultural, educativo que mantiene a las mayorías viviendo en la era cavernaria o al borde del precipicio de la miseria y convertirse en parte del ejército, de reserva mundial del que se alimentan las « cadenas globales de valor » en que nos prometen insertarnos. No sólo no hacen nada contra todo esto, incluso lo sostienen, legitiman, justifican, reproducen.
Capítulo aparte es EEUU, su Gobierno y sus Embajadas celebrando el « Día de Mandela ». Pedirán alguna vez perdón por dar apoyo financiero, diplomático y armamentístico al Apartheid ? Pedirán perdón por tener a Mandela en la lista de terroristas peligrosos ? Alguna vez Obama hará algo más por la justicia sustantiva, por la verdad histórica que exaltar frívolamente a Lincoln, Luther King y Mandela ? Cerrará Guantánamo ? Liberará a los antiterroristas cubanos y los presos políticos de Puerto Rico?
Hay una cuestión que debemos resaltar como tarea política. Un líder NO puede por sí solo transformar la realidad : requiere de una correlación de fuerzas y un tejido político que pueda capitalizarla. Su papel no es inventar esas dos cosas de la noche a la mañana, pero sí al menos propiciarlas y dar un ejemplo de coherencia que les otorgue autoridad moral.
Mandela (como tampoco  Gandhi) no es esa figura que los « snob » « democráticos » y « modernos » exaltan en sus twitter. Mandela enfrentó a un régimen que fue el cuartel general del colonialismo más rapaz y brutal en África. Sufrió, valientemente la cárcel por enfrentar la opresión del capital colonialista, expansionista y esclavizador, incluyendo a las potencias que lo auparon. Para que él saliera vivo, murieron miles y miles de luchadores (negros, blancos, cubanos, cubanas, angolanos, etc) que llevaron al régimen al terreno de las definiciones. Mandela es la expresión de una lucha, no el Dalai Lama del internet progre.
Cuando Mandela salió de la cárcel y fue Presidente, no tuvo –creo yo- la correlación de fuerzas para transformar radicalmente la sociedad sudafricana. Su base de sustentación –el Congreso Nacional Africano –había sido golpeado por la carnicería más brutal y quizás la prioridad fue una : sobrevivir y no retroceder. Logró cohesionar las fuerzas que tenía en torno a ese objetivo. Fue él y sus circunstancias. Repetimos : un líder no puede crear por sí solo una correlación de fuerzas favorables.
Su mérito, el mayor, es haber logrado el cese de la matanza sin traicionar, sin negociar bajo la mesa, sin venderse y convertirse en siervo y administrador del orden canalla que combatió, sin convertir a los oprimidos en los mejores exponentes de la opresión. No fue artífice de los « consensos » y la « reconciliación » que no supera nada, sino que legitima y recrudece el orden heredado. No robó ni amparó a una nueva mafia de robo, desapariciones, leyes antiterroristas y represión al servicio del capital.
Mandela no hizo la revolución. Pero a diferencia de los que hoy no hablan del 18 de Julio español y tuitean a sus cientos de miles de seguidores sobre su lucha, no fue como Lagos, como Menem, como González ni como sus fanáticos admiradores de la « transición » dominicana.

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